Los 100 chiflados del Fútbol
Una revista inglesa eligió a los más locos de la historia del fútbol mundial.
“Los 100 locos del fútbol más grandes de todos los tiempos”, anuncia la portada de la edición de febrero de este año. Entre las fotos que aparecen se ve a Joseph Blatter disfrazado de indígena, a Faustino Asprilla desnudo tomándose los genitales, a Edmundo dándole de beber cerveza a un chimpancé y a Maradona usando un plato de oro en su cabeza.
Pero la sorpresa llega al leer el informe, de 27 páginas, cuando en el número 90 (no llevan ningún orden particular) aparece Jorge Alberto González, a quien presentan así: “Famoso por hacer jueguito con un paquete de cigarrillos —una vez llegó a hacer 30 sin que se le cayera—, a González le gustaba la buena vida…”.
Luego, recuerdan algunas de sus mágicas anécdotas. 1) “Habiendo cortejado una mujer californiana en una gira por los Estados Unidos con el Barcelona, se quedó en la cama junto a ella mientras sonaba la alarma de incendios del hotel”. 2) “Cuando el presidente del Cádiz le dijo que dejara de lado su hedonismo, desapareció por una semana”. 3) “Brillantemente, incluso llegó al límite de casi no presentarse en su propio partido homenaje. Lo encontraron durmiendo profundamente, recuperándose de la noche anterior”.
Como si fuera algún santo de una estampita, la fotografía del Mágico irradia bondad absoluta, aunque tiene un sugestivo pie: “Le gustaba una noche tranquila con un libro”.
El editor de la revista, Hugh Sleight, explica en el editorial que les resultó atrayente del tema elegido: “Cualquiera ama a un loco. Por eso, nos dedicamos a buscar tantos casos de escopeta como hubiera en el fútbol, hasta lograr reducir la gigantesca lista a la auténtica créme de la crème. ¡Y qué colección!”.
Aunque luego aclara que el fin de la elección es meramente lúdico: “Cuando decimos locos, lo decimos de la manera más descontracturada posible. No es que estén 100 por ciento insanos. La mayoría de ellos son probablemente muy buenos para las señoras mayores.
Muchos de ellos pueden pasar una noche de luna llena sin aullar. La verdadera razón por la que hicimos esta lista es porque nos han entretenido, divertido, sorprendido u horrorizado, ya sea con un momento de locura o una serie de hechos ajenos a lo que nosotros llamaríamos ‘comportamiento normal’.”
Seis rubros
La elección no es por grado de locura ni por ranking, aunque sí tiene una categorización con base en seis temas: mujeres, alcohol, insultos, violencia, payasadas, drogas y fe. En una hipotética tabla de posiciones, Maradona es el único que reúne los seis iconos. Fama, gloria, mujeres, drogas, peleas, canciones, películas, escándalos, accidentes de auto, incendios, política, religión propia y tantas otras cosas lo ponen indiscutiblemente al frente.
Con cinco aparece el también argentino Héctor Veira, que se ganó su apodo de “Bambino” por tocarle la cola a una azafata italiana durante un vuelo. Veira, un playboy que dice haber trabajado en una película de John Wayne, fue autor de la célebre frase: “El mundo debería tener un techo, así siempre sería de noche”.
Entre sus locuras destacan cuando ahogó a un papagayo (con jaula y todo) en la alberca de un hotel de Panamá, porque se había acostado al amanecer y el animal no lo dejaba dormir. También una vez ató un compañero manco —Victorio Casa— a un inodoro porque no le había pasado la pelota en el primer tiempo. Luego iría preso por violación a un menor, aunque un cambio de carátula judicial lo dejó en libertad tras un año en la cárcel.
Stan Collymore (cinco) es otro personaje que divierte a la prensa inglesa. Para muchos, tenía el talento de Gascoigne, pero lo tiró por la borda y se convirtió en un “adicto a la lujuria”. Sufrió extrañas depresiones en su mejor momento. Y terminó metido en negocios sucios, de toda clase y color
La realidad es que hay locos lindos, loquitos y locos peligrosos. Elevando el grado de morbo a niveles inimaginados, Andoni Goikoetxea, quien le quebró el tobillo a Maradona en 1982, guarda el zapato con el que logró su hazaña en una caja de cristal. No por nada se enorgullece de ser llamado “El Carnicero de Bilbao”.Eric Cantona es otro caso parecido. “Mi recuerdo favorito de Inglaterra es cuando le pegué la patada voladora al hooligan”, dijo hace poco, echándole leña al fuego. Pero no fue su único momento de locura. Tuvo problemas similares en todos los clubes, aunque se lo recuerda como un loco lindo. Se retiró joven y aceptó ser actor, aunque sólo se destaca en los comerciales de Nike.
Dentro de la familia de genes de Cantona aparece un brasileño menos agraciado, Edmundo, quien abofeteó a un árbitro, rompió una cámara de televisión, se olvidó de la Fiorentina para irse al Carnaval de Río de Janeiro y mató a una persona en un accidente de auto, por lo que recibió cuatro años de prisión en suspenso. Eso sí, el cumpleaños de su hijo lo celebró pidiendo prestado un mono de un circo y dándole de tomar cerveza, entre otras bebidas.
Hablando de animales, mucho se sabe de las andanzas de Paul Gascoigne con un vaso de cerveza en la mano; lo que quizás no es tan conocido es cuando rellenó un pastel para su padre con excremento del gato o cuando palmeó el hombro de un comensal en un restorán, pero sin usar su mano, sino su miembro erecto. Sus problemas con el alcohol llevaron a este inglés prometedor a un callejón sin salida. Por emborracharse perdió su lugar en la selección que iba a Francia 98. Otro enemigo: la policía.Comparar, está claro, es imposible. Por ejemplo, Paolo Di Canio no tiene parangón. El delantero de la Lazio era hincha de la ultra, sufrió ataques de pánico y casi pierde una pierna por una lesión mal curada. Tuvo adicción a la Coca-Cola y le robó la novia a un compañero. En Inglaterra empujó a un árbitro. Admira a Mussolini y lo declara el personaje de toda la historia con el que se encontraría para entrevistar si tuviera esa oportunidad. Le llegó a pegar a sus técnicos, entre ellos Capello y Trapattoni. Cuando a Trap le preguntaron si alguna vez lo convocaría a la selección, contestó: “Sólo si hubiera una epidemia de peste bubónica”.
Entre los megalómanos, imposible olvidarse de Silvio Berlusconi. “Nunca hablan del Milan de Berlusconi, siempre del Milan de Sacchi o de Capello”, dijo una vez. Según el cineasta Roberto Benigni, “si Berlusconi va a una reunión, quiere ser el que habla; si va a un funeral, quiere ser el muerto; si asiste a una boda, quiere ser el novio”.
La fórmula de Dadá
Aunque el brasileño Dadá, que se hacía llamar Dadá Maravilha, le pelea el primer puesto al premier italiano. “Dios es el máximo admirador de Dadá”, decía el delantero, que se masturbaba en el entretiempo de los partidos que jugaba, “porque me deja liviano como una pluma”. Luego, dijo haber visto a un OVNI, al que acusó de su quiebra y su divorcio. Aunque, según él, los extraterrestres le aumentaron su “fantástico” poderío sexual.
Las mujeres fueron la debilidad de muchos, como Sasa Curcic, el delantero serbio que dijo que no aceptaría ni que lo vendieran por 15 millones de dólares, pero sí por 15 modelos de países distintos, para demostrarle a su presidente cómo satisfacerlas a todas. Peor le va al entrenador croata Miroslav Blazevic, quien luego de una operación por cáncer de próstata admite que su potencia es sólo un 25% de lo que era. “Ahora, a las mujeres sólo tengo para ofrecerles mi encanto”, dijo quien alguna vez pronosticó que si Robert Prosinecki llegaba al fútbol profesional, él se comería su diploma.Los técnicos, en sí, son un capítulo aparte. Las andanzas del doctor Carlos Bilardo darían para escribir un libro en varios tomos. Mitos, hay muchos: pinchaba a jugadores rivales con alfileres y utilizó bidones con vomitivo para que tomaran los oponentes. Lo que él sí admite es ser obsesivo al punto de hacer parecer al Jack Nicholson de Mejor Imposible como una persona totalmente normal. Llegó a fijar entrenamientos a las 3 de la madrugada, a decidir cuándo podían casarse sus jugadores y a armar ejercicios dentro de los aviones.
Cuando está deprimido, va al cementerio o a los hospitales, “a ver que hay tipos que están peor que yo”. Hasta quiso ser presidente de la Argentina y que Maradona fuera su canciller. Según su contrincante César Menotti, “hay que agradecer que Dios lo haya puesto en el fútbol, porque así lo apartó de la medicina”.
El rumano inhumano
Florian Halagan no ganó mundiales, pero sí controversia. Era el preparador físico del Steaua Bucarest, el equipo de Ceaucescu al que los rivales nunca oponían resistencia. Ahora, como entrenador, aún adora la dulzura de la dictadura. Llegó a pegarles a sus jugadores y una vez, como el arquero de su equipo había tenido una mala actuación, lo hizo bajar del bus en el que viajaban en el medio de un bosque: debió caminar 20 kilómetros con 10 grados bajo cero para llegar a la civilización.
Bora Milutinovic, en cambio, es un personaje mucho más querible. El serbio nació con “alma gitana” y recorrió el mundo gracias a ella. Dirigió en nueve países y sabe siete idiomas.
Insulta a los árbitros en una lengua que ellos no le entiendan. Prometió tirarse de la Muralla China si China no clasificaba al Mundial 2002. Ahora, está en Qatar, aunque su frase de cabecera es “hoy estar aquí, mañana no sé dónde estar” (sic).
Un técnico no tan conocido es el escocés John Lambie, del Partick Thistle, que hizo seguir jugando a un delantero que tenía pérdida de conocimiento. “¿No recuerda quién es? Bien, dile que es Pelé y mándalo a la cancha”, le dijo al médico.
Loco de película
Entre los locos de la guerra, están el inglés Vinnie Jones, ahora actor de Hollywood, quien hasta fue expulsado en un partido de exhibición con chicos de 15 años; el irlandés Roy Keane, quien primero pega y luego pregunta por qué.El danés Stig Tofting, que con sus pezones perforados y su cuerpo tatuado, demolió un bar de Copenhague como si fuera un rottweiler, porque el gerente se negaba a subir la música…El jugador golpeó al propietario de Café Ketchup y a un chef del lugar, a los que lesionó en la cabeza y en la mandíbula, respectivamente... pasó cuatro meses en la cárcel.
Un desconocido inglés, Robin Friday, estaba llamado a ser el nuevo George Best, pero nunca pudo dejar de lado los problemas, las mujeres, la droga y el alcohol. Llegó a desnudarse en pubs y registrar a mujeres haciéndose pasar por policía, además de desaparecer varias semanas para internarse en un campamento hippie, tirarse de un tren en movimiento y pasar años en la cárcel por distintas ofensas. Murió en 1991 de sobredosis.
Rozando —o invadiendo— el ámbito policial está el argentino Antonio Barijho, quien se negaba a dejar el barrio marginal donde vivía. Pero luego de que dos hermanos fueran encarcelados y un tercero murió atropellado por un bus o por un tiroteo con la policía (“Nunca pregunté mucho”), decidió irse a un lugar mejor.
Se compró un convertible, pero no sabía manejar y entonces contrató a un chofer para que lo llevara a los entrenamientos. Y en un amistoso entre Boca y el Barcelona, admitió haberle robado una cadena de oro a Winston Bogarde. “Mi esposa estuvo feliz por el souvenir, y el holandés creo que ni se dio cuenta. Tenía muchas cadenas, y cuando uno tiene mucho de algo, debe compartir”, explicó.
Mucho peor le fue a Luciano Re Cecconi, el corazón de la Lazio que ganó la liga italiana en 1974, quien decidió asaltar una joyería con una barra de pan francés que pretendía ser una pistola. El dueño de la joyería no lo reconoció y le pegó un tiro antes de que escapara. Cecconi murió en el acto.
Otro que desvarió fue Lars Elstrup, el danés de gran actuación en la Eurocopa de 1992. Se unió a una secta budista, que lo dejó en la ruina, entonces creó su propia secta. Diez años después, fue arrestado en Copenhague por pedir limosna a cambio de mostrar su pene en público. Intentó suicidarse varias veces y pensó en ir a Estados Unidos para ver si le podían poner una inyección letal, “pero el problema es que le tengo miedo a volar”, declaró.
Volar no es el fin del mundo, el año 2000 lo es. O lo era para Carlos Roa el arquero argentino de religión adventista, que primero se negó a recibir una transfusión cuando se enfermó de paludismo en una gira por África, y luego se retiró pensando que el 31 de enero de 1999, cuando el reloj diera las 12, el mundo se acabaría.
El inglés Glen Hoddle, DT de la selección en el Mundial 98, tiene una interpretación de la Biblia muy particular, que lo llevó a decir que los inválidos y discapacitados estaban pagando los pecados de otras vidas…
Mientras que el nigeriano Taribo West, de larga carrera en Europa, asegura haber presenciado un fenómeno como el de Poltergeist, que lo motivó a hacerse pastor. El colmo llegó cuando se negó a viajar para jugar con el Kaiserslautern porque ese día tenía que oficiar misa en Milán. Ni Dios lo salvó del despido instantáneo.
Verdaderamente, podría decirse que sin muchos de estos 100, el fútbol nunca habría sido tan entretenido.
Presidentes y dementes
Una suerte de homenaje póstumo se llevó Jesús Gil, el ex presidente del Atlético de Madrid. En 17 años tuvo 39 técnicos y compró 141 jugadores. Celebró el doblete de 1996 montando en elefante por las calles de Madrid.
Un Gil versión italiana es Luciano Gaucci, del Perugia, quien echó a 17 entrenadores en 13 años al frente, uno de ellos por haber llevado a su perro a una conferencia de prensa. También corrió al coreano Ahn por haber eliminado a Italia del Mundial 2002. Pero compró al hijo de Gaddafi y quiso fichar a una mujer, aunque su equipo de fútbol ideal estaría hecho “sólo de caballos”.
Por cada Gaucci hay un Sam Hamman, el dueño del Cardiff City, que una vez le hizo comer a su nuevo fichaje testículos de carnero crudos para demostrar su grado de compromiso. Otra vez, como no le gustaba un entrenador, le pagó el prometido bonus de 10 mil libras, ¡pero en monedas de £1!
El más loco dirigente de Alemania es Cornelius Littman, un activista gay que se hizo presidente del St. Pauli tras fracasar en el intento de dirigir una ópera. “Estoy en una edad donde busco cosas nuevas”, declaró íntegramente vestido de mujer, uno de sus mayores vicios.
Publicado por elsalvador.com
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